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SATANÁS Y LA CREACIÓN (PARTE DOS DE CUATRO)

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Mensaje por Admin Vie Mar 10, 2017 8:17 pm

SATANÁS Y LA CREACIÓN (PARTE DOS DE CUATRO)

3. Cómo vencer las acusaciones de Satanás.

Apocalipsis 12:11 dice:

Y ellos [los hermanos] le han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y despreciaron la vida de su alma hasta la muerte.

“Le” hace referencia al espíritu de Satanás, el acusador de los hermanos.

¿Cómo podemos vencerle?

Primero: lo podemos vencer por la Sangre del Cordero y el espíritu vivificante que ya tenemos en nosotros. Si hemos cometido algún pecado voluntario u oculto, tenemos que confesarlo, pero, por otro lado, tenemos que decirle a Satanás:

“¡No hay la necesidad de que me acuses! ¡” Estoy delante del Señor debido a Su Sangre!” “¡Ya fui muerto y ahora tengo una Nueva Vida en Cristo!” “¡Él es tiene bastante autoridad y poder en mi para vencerte!” “¡Él no viene solo, viene con todo el cuerpo del Nuevo Hombre lo cual es invencible!”

Para vencer a Satanás, tenemos que mostrarle que hemos sido perdonados por la Sangre del Cordero y que vivimos una Nueva Vida en Cristo como parte del Nuevo Hombre. Todos nuestros pecados, grandes y pequeños, ocultos o voluntarios, han sido perdonados por la sangre del Cordero. Esta es la Palabra de Dios. En 1 Jn. 1:7 se dice:

7 La sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado.

Demás hacemos ahora parte del Nuevo Hombre y es con este espíritu corporal y corporativo que podemos enfrentarnos a satanás y a sus diablos.
Debemos comprender que el Espíritu del Dios, tiene desde la eternidad, la Sangre del Cordero para perdonarnos y aceptarnos en el Espíritu de Cristo Glorificado, que es el Unigénito Hijo de Dios el Espíritu Vivificante que forma todo el Nuevo Hombre.
Jamás debiéramos de ser tan creídos, como para pensar que ya somos lo suficientemente buenos. Debido que hacemos parte de la creación, y en todo momento necesitamos la Sangre del Cordero para ser aceptables al Espíritu del Dios y el espíritu vivificante para hacer parte del Nuevo Hombre. Él es nuestro pasaporte para poder estar en su presencia, si tenemos nuestro espíritu formado en Justicia y Santidad.
Tampoco deberíamos ser tan necios como para condenarnos desde la mañana hasta la noche. Tenemos en nuestra posesión este pasaporte escrito con la Sangre del Cordero en el libro de la Vida del Cordero, y esto es lo que vale frente a Satanás.
Aquellos que se consideran buenas personas, son necios, y los que NO se percatan del poder Salvador de la Sangre del Cordero y que piensan que debido que han sido justificado y redimidos en el Señor, no tienen la necesidad de confesar sus pecados de pedir perdón y de efectuar un debido trafico espiritual; estos también son necios.
Los que confían en sus propias habilidades son necios, y los que NO creen que necesitan la Justicia y la Santidad, el Poder y la Autoridad del Señor, son necios también.
Tenemos que darnos cuenta de que la Sangre del Cordero ya ha cumplido con todas las demandas del Espíritu del Dios. Además, ella ha prevalecido ya, en la eternidad, sobre todas las acusaciones de Satanás.
Cuando el Espíritu del Dios cortó nuestra ramita del olivo silvestre, antes de insertarlo en el olivo cultivado, la redimió y la justificó completamente, juntamente con su savia antigua que todavía permanecía en ella.
Esta representa el viejo hombre. Por tanto, en nada tenemos el derecho de sentirnos culpables por los pecados que sigue produciendo esta savia antigua.
El viejo hombre, también ha sido ampliamente justificado y perdonado en posición.
Solo tenemos que confesar nuestros pecados, pedir perdón y pedir la intervención del Espíritu Santo para que podamos ver mediante la fe en la experiencia de nuestra vida que todos esto es nuestra realidad para recobrar prontamente nuestra comunión con el Señor y un mayor poder y autoridad.
Segundo: vencemos por la palabra de nuestro testimonio debido a la obra del Espíritu Santo. La palabra de nuestro testimonio declara los hechos espirituales y físicos de Cristo en nosotros y nosotros en Él. Declara la victoria del Señor, sobre todos los principados y todas las potestades espirituales.
Tenemos que decirle a Satanás:

“¡No es necesario que me molestes más! ¡Mis pecados han sido perdonados por la Sangre del Cordero de Dios! No tienes autoridad sobre mí.” “¡Vivo por el espíritu vivificante que vive en mí, Él tiene oda la autoridad y poder que necesito!”

Necesitamos ejercitar nuestra fe para declarar que Cristo es el Señor en nosotros y que Él ya ha ganado la victoria y que Satanás y todas sus huestes, han sido ya vencidos, derrocados y despojados de su autoridad y que estamos viviendo esta realidad.
Necesitamos proclamar la palabra de nuestro testimonio y dejar que Satanás la oiga. No solamente tenemos que creer con el corazón, sino también tenemos que declarar esta realidad con nuestra boca, ante el espíritu de Satanás. Esta es la Palabra de nuestro testimonio.

Tercero: debemos despreciar la vida natural de nuestro corazón hasta la muerte.
“La Sangre del Cordero” el ·espíritu vivificante” y “la Palabra del testimonio de ellos”, las cuales mencionamos anteriormente, son nuestro pasaporte para vencer a Satanás.
Despreciar y aborrecer la vida natural de nuestro corazón hasta la muerte, es una actitud que nos impulsa a desechar, por la fe en la obra del Cordero, todo lo que puede producir nuestra Vanidad y todo lo que pertenece al Mundo, para que el Espíritu de Cristo Glorificado pueda progresar en nuestro corazón, hasta poder ser plenamente formado.
No importa lo que Satanás está haciendo, aun si trata de deteriorar nuestro armazón físico, la actitud que debemos mantener, es la de seguir confiando en la sangre del Cordero y en Jesucristo Glorificado y de seguir declarando Su victoria, y que esta, pueda verse como nuestra realidad, en nuestra experiencia.
Si mantenemos esta actitud, las acusaciones de Satanás cesarán. Él no nos podrá vencer, por el contrario, nosotros indudablemente ¡saldremos victoriosos!

Tenemos que aclarar, además, que Satanás puede acusarnos, solo según la ley del conocimiento del bien y del mal, no puede acusarnos según la Ley del Espíritu de Dios debido que estas faltas, son extremamente evidentes.
Todos los problemas que surgen a los Hijos del Espíritu de Cristo Glorificado es en el determinar si una acción responde a la Ley del bien y del mal o en la Justa y Santa Ley del Espíritu de Vida, que es la Voluntad de Dios, en su Justicia y Su Santidad.
Para el Hijo del Espíritu de Dios la Ley del conocimiento del bien y del mal queda obsoleta, solo puede ser juzgado por la Justa y Santa Ley del Espíritu de Vida delante del trono del Cordero.
Satanás está atado a la ley del conocimiento del bien y del mal y quiere que toda la creación viva bajo esta ley. Pero Cristo destruyó esta ley mediante Su Sangre y ha quedado definitivamente obsoleta.

Hermanos y hermanas, no tenemos que tolerar tantas acusaciones de Satanás como desconociendo sus conspiraciones, al grado que ya no podemos distinguir entre una acusación de Satanás y una reprensión o disciplina del Espíritu Santo. Tales personas deben abstenerse de mirarse a sí mismas, pues el Señor no desea que actuemos de manera necia. En lugar de ello, deben orar al Señor y decirle:

“Si he pecado, estoy dispuesto a confesar mi pecado y pedir Tu perdón. Te suplico que cubras todos mis pecados especialmente los ocultos, mediante Tu sangre. Necesito vivir una Vida de Victoria y no de derrota, para estar siempre en comunión Contigo. Te pido Señor que eche Satanás de mi corazón, por la autoridad del Espíritu de Cristo Glorificado, la Autoridad de Tu Palabra, tu espíritu vivificante y la de mi testimonio”.

Esto solo lo podemos hacer si nuestra fe mira la obra acabada de Cristo, para que esta realidad sea la nuestra también en nuestra experiencia. Solo así podremos distinguir claramente entre la acusación de Satanás, que nos impulsan de ser inútiles al Señor, y la reprensión o disciplina del Espíritu Santo, que nos avivan para ser más que victoriosos.

3. Cómo ayudar a quienes están bajo la acusación de Satanás.

Jamás debiéramos aumentar la carga de la conciencia de quienes están bajo una acusación de Satanás.

Primero: Tenemos que determinar si estas personas están antes de la cruz o después de la cruz, sin son niños en Cristo o Neaniskos o Huiós del Espíritu de Dios.
No podemos pedirle de hacer algo a alguien, que está por encima de sus posibilidades.
Ciertamente se derrumbarían. Si una persona está antes de la cruz es normal para ellos vivir separados del Espíritu del Dios, nada podemos hacer para ayudarlos, si no sea, interceder para ellos, delante del Espíritu del Dios, para que crean en la obra de la Deidad a su favor.
Antes de darles consejos más fuertes, o instarles a tomar medidas más serias, tenemos que estar seguros de que tales personas tengan la fuerza espiritual suficiente ante el Señor, para seguir adelante.

Segundo: Si distinguimos con claridad que son Neaniskos o Huiós del Espíritu de Dios debemos elevar las expectativas, puesto que, junto con la evidente operación del Espíritu de Cristo Glorificado y la Palabra del Señor, podrán incrementar la capacidad de establecer el Poder, la Autoridad del Espíritu, Su Justicia y Su Santidad en sus Vidas.
Si elevamos las expectativas cuando el sujeto no está en comunión con el Señor, o si todavía hablamos a un niño en Cristo, o de personas antes de la cruz, el Espíritu del Señor no está operado eficazmente en ellos y no podremos ayudar a estas personas a quienes Satanás está acusado y manipulando, para librarlos del jugo mortal de sus acusaciones.
Todo lo contrario, le estaremos dando la oportunidad de ser acusados y manipulados, aún más.
No debemos ser imprudentes al hacerles notar sus faltas, cuando el Espíritu del Dios no está obrando en estas personas, de la manera que tendría que ser.
Ellos son conscientes de sus faltas, pero no tienen las fuerzas aun para librarse. Ellos necesitan una ayuda practica que le permita de encontrar una salida.
Lo que son fuertes, tienen la obligación de proveerle esta salida, que ellos tanto necesitan. Necesitan amparo, no disciplina. Si añadimos cargas ciertamente se hundirán.
Supongamos que un hermano ha fracasado en ciertas áreas de su vida, pero a pesar de ello, todavía es capaz de orar, de leer la Biblia y de asistir a las reuniones.
Si internamente usted tiene la certeza de poder ayudar a dicho hermano, es probable que sólo necesite de una pequeña ayuda para superar sus problemas.
Pero si usted carece de tal certeza, o del poder necesario para ayudar a este hermano, el sacar a la superficie sus faltas, o aumentando su carga, sólo logrará desanimarlo y abatirlo aún más, con el efecto de distanciarlo aún más del Espíritu de Cristo Glorificado.
No debemos apagar el más pequeño fuego que todavía arde en él, sino que debemos alimentarlo para que la más pequeña chispa en su corazón, pueda transformarse en un fuego abrazador.
Debemos curar y aliviar la más mínima herida, y no hacer que se infecte y se contamine todavía más, poniendo en la conciencia de los demás, todavía más condenación. Tenemos que aprender a no hacer cosas que lastimen la conciencia de los demás, tenemos que alentarlos, animarlos, y confortarlos para que puedan superar las pruebas que estén pasando.
A quienes se encuentran bajo la acusación de Satanás, debemos mostrarles hebreos 10:22; que dice:

He. 10:22; “Purificados los corazones de mala conciencia con la aspersión de la sangre”.

Al ver la realidad que uno ha sido ya rociado con la Sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo, nuestra conciencia jamás podrá sentirse culpable. Hay que buscar palabras de aliento, como:

“Estoy seguro que el Señor tiene el poder de venir en tu socorro, y de levantarte desde la situación que está pasando, debido que creíste en el Poder y Autoridad de Su sangre y de Su resurrección y de su Glorificación. No hay la más mínima duda en esto”.

El principio que debe regir la vida cristiana, es que todo cristiano debe vivir con una conciencia en la que no hay condenación alguna, si queremos proseguir buscando el blanco. Si nosotros acusamos de algo a una persona, la estamos juzgando y podemos transformarnos en obreros de Satanás.
Si un cristiano percibe que su conciencia lo condena, su condición será débil ante el Espíritu del Dios, y lo será también ante cualquier asunto espiritual.

Los amigos, las esposas, los hijos/a, los parientes, son los principales responsables de alterar la consciencia de sus seres “queridos”.
La falta de respeto y del amor puro, entre estas relaciones, hace que sea posible una infinidad de acusaciones, usando la ley del conocimiento del bien y del mal o la Ley del Espíritu para alterar así una consciencia ya débil, aún más.
Satanás usa todos estos seres queridos, para que sus compañeros y compañeras, alejen de ellos el espíritu vivificante, en la más mínima situación juzgando y condenando sin parar.
Con ese fin, Satanás, los instigará a efectuar acusaciones incesantemente a sus “queridos”, para que su conciencia se vea afectada, a pesar que ellas no tengan este conocimiento directo de lo que está pasando. Pero Satanás si lo tiene, y muy bien presente, y sabe cómo manipularlos.
Para superar todos estos obstáculos, tenemos que aplicar en nosotros, el Poder y la Autoridad de la Sangre y la Resurrección de Cristo Glorificado Su Justicia y Su Santidad.
Cuanto más Satanás trate de hacernos sentir culpables, más debemos aplicar la Sangre a todos nuestros pecados para poder vivir en nuestra experiencia, nuestra Gloriosa resurrección, conjuntamente con el Espíritu del Cristo Glorificado.
Tenemos que usar estas acusaciones en beneficio de nuestro espíritu, entendiendo que él Espíritu del Dios, permite todas estas experiencias, para que podamos ver cuanta vanagloria todavía tenemos que desechar, para que Él pueda progresar en nuestro espíritu y ser formado en nosotros en nuestra experiencia. Podemos declarar:

“Satanás, reconozco mi vanagloria. Pero el Señor me redimió y me justificó y me levanto y me llevó juntamente con Él, sentado en los lugares celestiales a la diestra del Padre. Jamás he negado que todavía tengo mucha vanagloria en mi corazón. Sí, la tengo, pero ¡él Señor ha pagado por toda mi deuda un día en Gólgota, y ahora Él quiere que todo esto, se haga realidad en mi experiencia!”

No es necesario tratar de contrarrestar la acusación de Satanás negando que todavía no tenemos Cristo formado en nuestro corazón. Podemos derrotarlo declarando que nuestra deuda ya fue ampliamente pagada en la eternidad y en el tiempo, en Gólgota, y estamos en el derecho de vivir una vida Gloriosa, ya en esta tierra, permitiendo cada día, que el Espíritu de Cristo Glorificado, avance en la conquista de todo nuestro corazón, en nuestra experiencia.

D. LA OBRA DE SATANÁS EN NUESTRO MUNDO FÍSICO.

Todas las circunstancias son dispuestas por el Espíritu de Dios. Sin embargo, muchas situaciones en nuestro mundo físico, aunque son permitidas por Dios también son el resultado de la obra directa y activa de Satanás. Como expuesto antecedentemente, todo humano ha experimentado las infiltraciones maléficas, e incluso la posesión Satánica.

Tomemos el caso de Job como ejemplo. A él le robaron los bueyes y los asnos, su casa se derrumbó y todos sus hijos murieron. Todo ello formaba parte de su mundo físico donde vivía. Aunque el Espíritu de Dios lo permitió, Satanás fue quien llevó a cabo, todos los ataques.

Tomemos el fracaso de Pedro como otro ejemplo. Si bien podemos afirmar que en parte Pedro mismo fue la causa de su fracaso, debido a su Vanagloria, también es cierto que parte de la culpa la tuvo el propio Satanás, quien le atacó y lo debilitó, valiéndose de la mente de Pedro, cuando Cristo todavía no estaba formado en él. Pedro pagó muy caro el costo de su Vanagloria. Y Él Señor le dijo en Lc. 22:31;

“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”

La caída de Pedro, como niño en Cristo, fue el resultado directo de la obra de Satanás, sin embargo, fue algo que el Espíritu del Dios permitió, para su crecimiento espiritual, para que Pedro se diera cuenta de toda su Vanagloria y lo necesario que era para que esta, fuera desechada de su corazón mediante la labor del Espíritu Santo de Dios.

Otro ejemplo es el aguijón de Pablo que fue obra de Satanás. Pablo dijo en 2 Co. 12:7;

“Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás, para que me abofetee”.

Esto es, la obra de Satanás. Es Satanás quien se vale de todas las fuerzas naturales físicas, para atacar a los Hijos de Dios. Pero el Señor las usas, para que el sujeto pueda ser iluminado y que conozca en su carne, que todavía le falta mucho camino, para que sea conocido, como fue conocido antes de la fundación del mundo, por el Espíritu del Dios en su experiencia.

Vemos un ejemplo todavía más claro en Mateo 8. El Señor Jesús les ordenó a los discípulos que pasaran al otro lado del Jordán. Él sabía que tenían que echar fuera poderosos demonios al otro lado del mar y que tenían que progresar rápidamente en su fe. Después que Él y Sus discípulos entraron en la barca, de repente se levantó una tempestad tan grande en el mar, que las olas cubrían el barco. Pero el Señor estaba dormido. Sus discípulos lo despertaron, con mucho temor diciendo:

Vs. 25 “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”

Algunos de los discípulos eran pescadores; eran marineros expertos. Sin embargo, se dieron cuenta de que las olas eran más de lo que el barco podía aguantar. El Señor Jesús los reprendió por su poca fe. Luego, se levantó y reprendió a los vientos y al mar. Los vientos y el mar no tienen personalidad propia, pero el Señor los reprendió porque Satanás estaba escondido detrás de ellos. Era el poder de Satanás quien sacudía el viento y las olas.
En conclusión, Satanás no sólo ataca nuestro cuerpo, nuestra conciencia y nuestra mente, nuestros sentimientos y emociones, sino también nos ataca mediante las fuerzas físicas de la creación.

¿Cómo debemos reaccionar cuando Satanás nos ataca por medio de las fuerzas físicas que hay en la creación?

En primer lugar, tenemos que humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. Tanto en Jacobo 4 como en 1 Pedro 5 se nos insta a resistir a Satanás. Ambas porciones también nos alientan a humillarnos delante del Espíritu del Dios.
Cuando Satanás nos ataca por medio del mundo físico, nuestra primera reacción debe ser sujetarnos al Espíritu del Dios. Si no nos sometemos a Dios no podremos resistir al diablo. Si procuramos resistir al diablo sin someternos a Dios nuestra conciencia nos acusará.
Por lo tanto, nuestra primera reacción, debe ser sujetarnos al Espíritu del Dios Sujetarnos implica reconocer que detrás de las manifestaciones físicas de Satanás, hay la Luz, el Poder y la Autoridad del Espíritu de Cristo Glorificado, que quiere progresar en nuestros espíritus todavía no formados.
Él quiere que desechemos todo temor, y toda vanagloria por medio de la labor del Espíritu Santo. Que nos humillemos y confiamos que todo lo que nos pasa, es para que al final, el Espíritu de Cristo Glorificado sea formado en nosotros.
Él quiere que depositemos toda nuestra seguridad en la certeza que, en la realidad, el espíritu vivificante tiene un plan infalible para nosotros, ya consumado por Cristo en la eternidad y que será también nuestra realidad en nuestra experiencia, en esta vida.

En segundo lugar, debemos resistir al diablo. Siempre que los Hijos de Dios, encuentren en su entorno cosas irracionales e inexplicables, e internamente perciban con claridad que tales ataques provienen de Satanás, deben resistirlo proclamando que él no tiene la Autoridad necesaria para hacernos tales cosas.
Una vez que lo hagan, los ataques quedarán atrás. Por una parte, necesitamos humillarnos en nuestro corazón, y por otra, tenemos que resistir las actividades de Satanás en nuestro entorno, declarando la Autoridad del Espíritu de Cristo Glorificado sobre el poder de Satanás.
Cuando nos humillamos y nos mantengamos firmes en la presencia del Espíritu de Dios Él nos mostrará, que no es Él quien está obrando, sino Satanás. Esto será evidente en los efectos de su obra. De esta manera podremos distinguir entre aquello que el Espíritu de Dios ha dispuesto y los ataques de Satanás.
Una vez que Ustedes reconozcan y resistan al diablo, sus ataques cesarán, manifestándose los motivos porqué el Espíritu del Dios los ha permitidos.

En tercer lugar, debemos rechazar el temor, en cualquiera de sus formas. Satanás no tiene que encontrar dónde infiltrarse para poder obrar en los Hijos del Dios, ya está ocupando la mayor parte del corazón del hombre. Esto es debido que el hombre viviendo en el mundo, vive en un territorio hostil. Por lo tanto, todo el planeta está bajo a la merced de Satanás y sus diablos.
Por eso, El espíritu vivificante quiere conquistar nuestro corazón para hacerlo libre en nuestra experiencia. Es prioritario que mantengamos nuestra comunión con el Señor en todo momento, sumergidos en los asuntos del Espíritu del Dios. Si en un momento dado, sea voluntariamente que involuntariamente nos alejamos de Él, seremos por Satanás una presa fácil. Será como un león hambriento antes una ovejita.
La comunión en la presencia del Señor, que es Su cabeza de playa libre, en nuestro corazón y en nuestro espíritu, es la manera de asegurar que Satanás se mantenga alejado de ella. Para Satanás, la comunión es como un virus altamente infeccioso que poco a poco se expande en todo nuestro nuevo corazón, y él sabe, que no puede acercarse donde está el Señor. En caso que se acercara donde ya ha sido librado, las probabilidades de fracaso están en su contra.
El puede atacar solo las partes del vaso de barro que no están llenas todavía del espíritu vivificante.
Existe un área en nuestro corazón, que es la fortaleza más grande de Satanás: el temor. Es el temor, que siempre quiere producir Satanás, en un Hijo del Espíritu del Dios, para mantenerlo atado al mundo y a su "ego". Esto miedo lo causa la parte del vaso de barro que está todavía vacía o que no está llena del espíritu vivificante.
Siempre que Satanás nos somete a tribulaciones, lo primero que hace es provocar en nosotros el temor. Una hermana con mucha experiencia una vez dijo:

“El temor es el pasaporte de introducción en nuestro corazón de Satanás”.

Hermanos y hermanas, una vez que ustedes aceptan el temor, Satanás ya ha entrado ciertamente en sus corazones; pero si usted rechaza el temor, por la Autoridad del Espíritu de Cristo Glorificado, él no podrá infiltrarse y tendrá que huir del vaso de barro que el espíritu vivificante quiere llenar.
Todo pensamiento de temor, constituye un ataque victorioso por Satanás que impide al vaso de barro ser llenado. Lo que uno teme, eso mismo le sobrevendrá. Job dijo en 3:25;

“Porque el temor que me espantaba me ha venido, Y me ha acontecido lo que yo temía”.

A Job le sobrevino todo lo que temía. Satanás usa el temor para mantener todas las áreas de nuestro corazón bajo su control. Si ustedes rechazan el temor, y deposita su fe en el Poder y Autoridad del Espíritu de Cristo Glorificado, no le sobrevendrá lo que usted piensa de temer.
Si Ustedes permiten que el temor permanezca, ciertamente estarán dando la oportunidad a Satanás de traer sobre Ustedes todo aquello que teméis. Esto principio es usado también por las videntes y hechiceras.
Por tanto, a fin de que los Hijos del Espíritu de Dios, se oponga a la obra de Satanás, lo primero que tienen que hacer es rechazar el temor, mediante la fe en la obra consumada de Cristo. Siempre que Satanás procure infundirle temor, respecto a esto o aquello, usted no debe rendirse a tal temor. Usted debe decir:

“¡Jamás aceptaré nada que el Señor no haya preparado para mí!”

En cuanto una persona sea liberada del temor, Satanás pierde territorio en nuestro corazón. De hecho, el protege mediante el temor, lo que el teme de perder. A esto se refiere Pablo cuando dijo en Ef. 4:27;

“Ni deis lugar al diablo”.

¿Por qué no debemos temer?

No debemos temer porque en 1 Jn 4:4 se dice:

4 “porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”.

Si tememos, es porque ignoramos la realidad, que Cristo es el Señor sobre toda la creación y esto incluye sobre a todos los ángeles caídos incluyendo Satanás. Si tememos, ignoramos que el Señor depositó en nuestro corazón Su sello y las arras del Espíritu y su Autoridad.

II. RESISTIMOS A SATANÁS POR MEDIO DE LA FE.

En 1 Pedro 5:8-9 se dice:

“Sed sobrios, y velad. Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe”.

La Palabra del Espíritu de Dios nos ilumina claramente, que la manera de resistir a Satanás es por medio de la fe en la obra ya consumada del Espíritu de Cristo Glorificado. No hay otra manera de resistirlo.

¿En qué debe basarse nuestra fe?
¿Cómo debemos ejercitar nuestra fe, para resistir al diablo?

Examinemos lo que la Palabra del Espíritu de Dios nos dice al respecto.

A. En 1 Jn. 3:8; podemos constatar que el Señor se manifestó para destruir las obras del diablo. Dice:

8 El que comete pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios para deshacer las obras del diablo.

El Hijo Unigénito del Espíritu de Dios, ha venido a la tierra en la carne; Él se ha manifestado, y mientras estuvo en la tierra, deshacía las obras del diablo por dondequiera que iba. El diablo estaba presente en todo lugar, no tenía que esforzarse mucho para encontrarlo, el mundo es su territorio.
Por lo general, la obra de Satanás no es muy obvia para el hombre natural, pues él se esconde detrás de los fenómenos naturales físicos o en el corazón del hombre. Cuando el Señor reprendía un efecto que parecía físico o mental, en realidad estaba reprendiendo a Satanás.
No hay duda que Él estaba reprendiendo a Satanás cuando reprendió el hablar de Pedro (Mt. 16:22-23), cuando reprendió la fiebre de la suegra de Pedro (Lc. 4:23), y cuando reprendió al viento y a las olas.
Aunque el diablo se escondía detrás de estos fenómenos naturales, el Señor Jesús lo reprendió. Dondequiera que el Señor iba, el poder del diablo era reprendido. Por eso Él dijo en Mt. 12:28;

“Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios ”.

En otras palabras, dondequiera que el Señor obraba, Satanás era echado fuera, y el Reino del Espíritu de Dios se manifestaba justo allí. Satanás no podía permanecer donde el Señor estaba.
Esta tiene que ser nuestra actitud, donde hay un Huiós de Dios Satanás y sus diablos tienen que mudarse de este corazón.
Por esto la Palabra dice, que Él apareció para deshacer las obras del diablo. También debemos creer que, al manifestarse en la tierra, el Señor no sólo destruyó las obras del diablo, sino que les dio autoridad a Sus discípulos para echar fuera los demonios en Su nombre. El Señor dijo en Lc. 10:19;

“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo”.

Lo que Él Señor dio a los setenta discípulos, fue Su Autoridad. Satanás y sus diablos tienen poder, pero la Autoridad de Cristo es mucho más poderosa y puede subyugar el poder de los diablos. Una autoridad se recibe normalmente debido al estatus que uno tiene.
Si un hombre ha sido hecho Hijo de Dios mediante el nacer de nuevo, en su espíritu y en su corazón, ya hay una cabeza de playa donde estando en comunión con Él Señor, Este, puede investir de Autoridad a este hijo. Este sería un don. Este don se puede volver permanente, cuando un hijo inmaduro llega a la Huiothesia.
Como Huiós de Dios este tiene en él la Autoridad de Cristo en presente continuo. Las serpientes pueden representar a Satanás, los escorpiones a los demonios. Los videntes están poseídos por los demonios y un Huiós del Espíritu del Dios tiene la Autoridad de echarlos fuera.

Después de ascender al cielo, el Señor le dio Su nombre a la Iglesia, para que ésta continuase Su obra en la tierra. El Señor usó Su Autoridad en la tierra, bajo de la tierra y en el cielo para deshacer las obras del Diablo. También le dio esta Autoridad y poder a su Iglesia y la Iglesia es formada por todos los Huiós del Espíritu del Dios
Debemos distinguir entre lo que los demonios poseen y lo que los miembros de la Iglesia de Cristo, poseen. Lo que los demonios tienen, es poder.
Lo que los Huiós poseen, es la Autoridad y el Poder del Espíritu de Cristo Glorificado que está formando en nuestros corazones.
Satanás sólo tiene poder, su autoridad ya ha sido despojada de él.
Pero el Señor Jesús nos dio Su Autoridad, la cual puede vencer todo el poder de Satanás.
El poder no prevalece sobre la Autoridad. Dios nos ha dado Su Autoridad, y sin duda Satanás fracasará si le hacemos frente mediante la fe en la Autoridad de su Palabra y de Su Espíritu.

Usemos un ejemplo para comprender cómo la Autoridad vence el poder:

Una aeronave quiere aterrizar en un aeropuerto, pero el controlador le dice de esperar hasta que el, dé su visto bueno.
El piloto nunca cuestiona al controlador. En seguida se somete a su autoridad y se queda a la espera.
El piloto con su avión es más poderoso que el controlador, podría aterrizar, sin embargo, el piloto se quedará esperando hasta que tenga el visto bueno del controlador.
En esto caso, el controlador es la autoridad suprema y el piloto solo puede obedecer a pesar que tiene el poder para desobedecer.
Este es un ejemplo de como la autoridad prevalece sobre el poder. Cuando Satanás o los demonios, ven un Huiós del Espíritu de Dios en comunión con el Señor, solo puede detenerse, no puede seguir obrando, tiene que huir rápidamente al declararle la autoridad de Jesucristo.
La Autoridad prevalece sobre el poder. Esto es lo que el Espíritu de Dios ha determinado en la creación. No importa cuán fuerte sea el poder de Satanás. La Autoridad del Espíritu del Dios siempre prevalecerá.
Cristo dio Su nombre a la Iglesia y esta, ahora tiene Su Autoridad. Este nombre sublime representa la Autoridad de Cristo. Su Iglesia puede echar fuera demonios en el Nombre del Espíritu de Cristo Glorificado.
Podemos invocar el nombre del Señor, para combatir el poder de Satanás y ser más que victoriosos cuando somos reconocidos por el Espíritu del Dios como Huiós suyos, en comunión con Él.
Agradecemos al Espíritu del Dios, porque no importa cuán grande sea el poder de Satanás, el nombre de Espíritu de Cristo Glorificado, “YEHOSHUA” tiene una Autoridad infinitamente mayor que el poder de Satanás. La Autoridad Espiritual que tiene el nombre del Espíritu de Cristo Glorificado, es suficientemente poderosa como para vencer todo el poderío de Satanás y de todos sus ángeles caídos.

En una ocasión, los discípulos salieron a predicar, en el nombre de Cristo, y cuando regresaron, se mostraron muy sorprendidos. Ellos le dijeron al Señor en Lc. 10:17;

“Aun los demonios se nos sujetan en Tu nombre”.

El nombre del Señor revela Su Autoridad. El hecho de habernos dado Su nombre significa que nos ha dado Su misma Autoridad. El Señor dijo en el Lc. 10:19;

19 “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os dañará”.

Todo aquel que desee resistir a Satanás, debe reconocer la diferencia entre la Autoridad del Espíritu del Dios y el poder de Satanás. No hay poder en todo el universo que pueda ser más grande, que la Autoridad que el Espíritu de Cristo Glorificado, dio a Su Iglesia. No importa cuán grande sea el poder de Satanás, la Autoridad del Espíritu de Cristo Glorificado, siempre puede someterle. Tenemos que creer que el Espíritu de Dios ha dado Su Autoridad a Su Iglesia, la cual puede echar fuera los demonios y resistir al diablo en el nombre del Espíritu de Cristo Glorificado.

B. Creemos que la muerte de Cristo ha destruido el Imperio que tenía Satanás.

En segundo lugar, debemos creer que el Señor Jesús, destruyó por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo (He. 2:14). La obra de Cristo devastó las obras del diablo, y la muerte del Señor Jesús devastó por completo al diablo mismo.
La muerte Cristo, constituye la total capitulación para el diablo, porque no sólo es una condena para él, sino que también es el camino de salvación para los creyentes. En Génesis 2:17 l Espíritu de Dios habló sobre la muerte:

“Porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.

Esta muerte sin duda era una condena dura pero justa. Satanás se deleitó al oír estas palabras. Puesto que el hombre moriría si comía de aquel fruto, Satanás hizo lo imposible para inducir al hombre a comer del fruto, a fin de que la muerte reinara en el hombre y él (Satanás) pudiese reclamar la victoria y el poder y autoridad sobre el hombre.
Sin embargo, la muerte de Cristo, constituye el gran camino de salvación de la entera creación. Es verdad que el Espíritu de Dios dijo:

“El día que de él comieres, ciertamente morirás”.

Esta muerte fue una justa condena. Pero el Unigénito Hijo del Espíritu de Dios encarnado, ofrece otra muerte, la cual es el camino de la redención y de la justificación de toda la creación. La muerte puede castigar a los que no se someten a la voluntad y Autoridad del Espíritu de Dios.
La muerte de Cristo redime y justifica a los que están en pecado, bajo el poder y la autoridad de Satanás.
Satanás pensó que la muerte sólo podía castigar al pecador. Con esta base, Satanás reinaba mediante la muerte del hombre.
No obstante, el Espíritu del Dios, redime y justifica a toda la creación, mediante la muerte del Unigénito Hijo del Espíritu de Dios que se hizo carne, y lo libra mediante Su resurrección y ascensión y Glorificación en el cielo. Este es el aspecto más profundo del evangelio.
La muerte de Cristo en la cruz, no sólo redime y justifica a toda la creación y esto nos incluye a mí y a ti, sino que también elimina toda la vieja creación incluso la muerte en posición.
Nuestro viejo hombre ha sido crucificado juntamente con Cristo, murió con Él en posición. Aunque Satanás reina por medio de la muerte, cuanta más reina, peor es su situación, porque su reino acaba con la muerte de Cristo y la nuestra, y su desgracia en mucho mayor de lo que consiguió por un poco de tiempo.
Puesto que ya estamos muertos, el poder de Satanás ya no puede hacernos más ningún daño, debido que la muerte ya pasó y no puede reinar en nuestras vidas.
La recompensa de Satanás para causarnos la muerte, será el lago de azufre y fuego por toda la eternidad.
Mientras que la recompensa de Cristo, será volver a tener todo Poder y Autoridad sobre la creación por la eternidad.

“El día que de él comieres, ciertamente morirás”.

Esto ya decimos que es cierto. Dios dijo esto para que el hombre no comiera del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero el hombre lo comió, pecó y murió.

¿Qué se podía hacer entonces?

El efecto del pecado es la muerte; esto es irreversible. Sin embargo, hay un camino que nos conduce a la salvación, una salvación que puede traspasar a través de la muerte.
Cuando Cristo fue crucificado en la cruz en nuestro lugar, la vieja creación y el viejo hombre y la muerte, fueron crucificados juntamente con Él en posición. Esto significa que la autoridad de Satanás sólo se extiende hasta la muerte. La Escritura dice en He. 2:14;

“Para destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.

Damos gracias al Espíritu de Cristo Glorificado, y le alabamos. Somos aquellos que ya están muertos. Si Satanás nos ataca, podemos decirle:

“¡Ya estoy muerto!”. “No tiene ninguna autoridad sobre mí.”

Satanás no tiene autoridad sobre nosotros, porque ya estamos muertos en Cristo. Su autoridad sólo se extiende hasta que estamos muertos. Morimos en nuestra experiencia en el momento de creer en la ora de Cristo.
Nuestra crucifixión con Cristo es un hecho consumado; fue realizado por el Espíritu de Cristo Glorificado.
La Biblia NO dice que nuestra muerte con Cristo, sea algo que pertenece al futuro, es decir, que no es una experiencia que esperamos alcanzar algún día.
La Biblia NO nos dice que procuremos buscar la muerte; más bien, nos muestra que ya estamos muertos. Solo tenemos que creer por la fe esta realidad en nuestra experiencia personal.
Si una persona procura morir, es obvio que todavía no está muerta. Sin embargo, Dios nos ha concedido la dádiva de haber muerto juntamente con Cristo, de la misma manera en que nos concedió la dádiva de que Cristo muriera por nosotros.
Si alguien todavía procura ser crucificado, está en una posición, en un terreno, carnal, todavía está vivo con todo el poder de Satanás sobre él.
Satanás tiene un control completo sobre aquellos que están en un terreno carnal. Debemos creer en la muerte de Cristo y también debemos creer en nuestra propia muerte juntamente con Él.
De la misma manera en que creemos que el Señor murió por nosotros, debemos creer que hemos muerto juntamente con Él. En ambos casos se trata de un acto de fe, y ninguno de ellos guarda relación alguna con los esfuerzos del hombre para morir.
En cuanto nos valemos de nuestro propio esfuerzo para que estos hechos se hagan realidad, nos exponemos al ataque de Satanás. Tenemos que agarrarnos a estos hechos como nuestra realidad y declarar:

“Alabo al Señor y le doy gracias; ¡Ya estoy muerto!”

Tenemos que comprender que a los ojos de Dios es un hecho consumado que hayamos muerto juntamente con Cristo debido que hemos creído en Su obra.
Una vez que vemos esto como nuestra realidad, Satanás no podrá hacernos nada. Satanás sólo puede hacerles daño a aquellos que no han muerto en su experiencia. A los que todavía viven en su mundo natural.
Satanás, sólo puede reinar sobre aquellos que no están muertos. Pero nosotros ya no estamos antes de la muerte; ya hemos muerto, no solo en posición, más también en nuestra experiencia, porqué la muerte es nuestra realidad.
Por lo tanto, no hay nada que Satanás pueda hacer con respecto a nosotros. A fin de resistir a Satanás, debemos comprender que la manifestación de Cristo fue una manifestación de Autoridad, y que la obra de Su Cruz redimió y justifico a todos los que estaban bajo la mano de Satanás y en su resurrección nos puso en Su Cuerpo Espiritual mediante un nuevo espíritu, invistiéndonos de toda su Autoridad; muertos a la carne para Satanás, más Vivos en el Espíritu de Cristo Glorificado.
Satanás ya no tiene autoridad sobre nosotros, más bien, nosotros estamos por encima de él. Somos aquellos que ya han muerto y lo que han resucitado y ascendidos al cielo, investidos por toda la Autoridad del Espíritu de Cristo Glorificado.
El reinado de Satanás terminó a causa de la muerte de Cristo, y ya no hay nada más que él pueda hacer a los que tienen la Autoridad del Espíritu de Dios.

C. Creemos que la resurrección y ascensión del Espíritu de Cristo Glorificado, despojó a Satanás de toda Autoridad.

En tercer lugar, debemos creer que la resurrección de Cristo aniquilo la autoridad de Satanás. Satanás ya no tiene manera de atacarnos. En Colosenses 2:12; dice:

“Sepultados juntamente con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados juntamente con Él, mediante la fe de la operación de Dios quien le levantó de los muertos”.

Este versículo nos habla tanto de la muerte como de la resurrección. El versículo 13 nos dice que nosotros estábamos muertos y resucitamos; el versículo 14 nos dice lo que el Señor realizó al momento de Su muerte; y el versículo 15 nos dice que el Señor Jesús despojó a los principados y a las potestades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,
14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

En el versículo 20 se dice:

“Si habéis muerto con Cristo”

Y en Col. 3:1 se dice:

“Si, pues, fuisteis resucitados juntamente con Cristo”.

Estos versículos comienzan con la resurrección y terminan con la resurrección, y los versículos intermedios nos hablan del triunfar en la cruz. Permanecemos firmes en la posición de resurrección y triunfamos en la cruz juntamente con el Espíritu de Cristo Glorificado.

¿Cómo podemos hacer esto en nuestra experiencia?

La declaración que hicimos anteriormente lo explica así: El Señor ha muerto, y nosotros también hemos muerto en Él.
Satanás, quien tiene dominio sobre el viejo hombre, sólo nos puede acosar hasta que uno por la fe se ve muerto en la cruz. La resurrección está fuera del alcance de Satanás. Así como Satanás no tenía nada en Cristo mientras estaba en la tierra (Jn. 14:30), tampoco nada tiene en Él, ahora que está en resurrección.
La Nueva Vida, no le da cabida alguna a Satanás.
¡Él no tiene ninguna autoridad en la Nueva Vida y no puede ni aun tocar nuestra Nueva Vida! Él puede tocar y manipular las partes de nuestro corazón que todavía están bajo su autoridad, pero lo que el Señor libró, libre está, y fuera del alcance de la autoridad de Satanás
Cuando el Señor Jesús colgaba en la cruz, parecía que las mentes de los demonios que lo rodeaban, pensaban que podrían destruir al Hijo de Dios mediante la muerte. Esta iba a ser su mayor victoria.
No tenían la menor idea de que Cristo iba a entrar en la muerte, salir de la muerte y vencer la autoridad de la muerte y destruir todo el Imperio de Satanás.
Este fue un hecho glorioso: el Señor salió de la muerte y resucitó. Por eso, tenemos el valor y la seguridad para decir que:

¡La Vida del Espíritu de Dios, ha echado fuera la muerte en toda la creación!

¿Qué es la Vida de Resurrección?

La Vida de Resurrección es una Vida que ni la muerte, ni Satanás ni sus demonios, ya no puede tocar. Es una Vida que trasciende la muerte, que va más allá de los linderos de la muerte y que sale de la muerte. Y esta es nuestra realidad en el Espíritu de Cristo Glorificado. El poder de Satanás sólo se extiende hasta la muerte. El Señor Jesús demostró con Su resurrección, cuán grande es el Poder y la Autoridad de Su Vida, con la cual desmanteló todo el poder de Satanás en todo el universo. La Biblia llama a este “el poder de su resurrección” en Fil. 3:10;

10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,

Cuando este poder de resurrección se expresa a través de nuestra experiencia, todo lo que ha sido llevado a cabo por Satanás es ahora totalmente derribado y ha quedado obsoleto.
Podemos resistir a Satanás, porque nuestra Nueva Vida es una Vida de Resurrección. Esto pasa en nuestra experiencia, cuando en nuestros corazones, tenemos plenamente formado el Espíritu de Cristo en nosotros, el cual no tiene nada que ver con Satanás, ni con sus demonios.
Ya no puede ser ni amenazado, ni tocado; tentado tal vez, pero sin ninguna opción de victoria. Tal vez aún no tenemos el poder que tiene Satanás, pero tenemos la Autoridad de Cristo que puede someter todo poder.
Nuestra Nueva Vida está totalmente llena de la Vida del Espíritu de Cristo Glorificado; es una Vida que surge de Su muerte y sigue en la Eternidad en la Nueva Jerusalén mediante una vida de resurrección.
El poder de Satanás sólo se extiende hasta la muerte. Todo lo que Satanás puede hacer se encuentra dentro del lindero que llega hasta la muerte. Tenemos una Nueva Vida que él no puede tocar, la de la resurrección de Cristo.
Si estamos firmes sobre el terreno de la resurrección juntamente con Cristo, y podemos mirar triunfalmente atrás a través de la cruz podremos ver lo que dice Colosenses 2, que nos habla del triunfo de la resurrección.
Este capítulo trata sobre la resurrección, no sobre la muerte. No es que nosotros, por medio de la resurrección, triunfemos en la esfera de la muerte; más bien, es por medio de la muerte, que ahora nos encontramos triunfantes en la esfera de la resurrección.
A fin de resistir a Satanás, todo Hijo de Dios debe declarar con una fe firme:

“¡Gracias a Dios he muerto y he resucitado en Cristo! Satanás: ¿qué puedes hacer ahora? ¡ABSOLUTAMENTE NADA!

Todo lo que Satanás haces, llega a su fin con nuestra muerte juntamente con Cristo.

¡La Vida de resurrección que ahora posee, él no tiene nada que ver contigo Satanás! ¡Eres intocable!

¿Qué más podrías hacer?

¡Satanás, careces de toda autoridad! ¡Mi Nueva Vida de resurrección ha trascendido sobre ti! ¡Satanás, aléjate de mí, debido a la Autoridad de la Vida de Cristo que poseo!”

Hermanos y hermanas, que el Espíritu del Dios tenga misericordia de nosotros, para que todos tengamos la clase de fe que pueda alcanzar todo nuestro corazón.
Ejercitemos nuestra fe con respecto a las victorias logradas por Cristo en beneficio nuestro, y ejercitemos una fe firme y real, a fin de resistir a Satanás y sus demonios, y nos encontrarnos más que victoriosos encontrándonos un día de esta vida, con el Espíritu de Cristo Glorificado formado completamente en nuestros corazones en nuestra experiencia.

A Él sea la Gloria y todo Honor. Por los siglos de los siglos. Amén.

¿QUE TE PARECE Y QUE PIENSA HACER AL RESPECTO?

Armando Zanolla

Berlín, el 20 de agosto del 2014
Berlín, el 11 de diciembre del 2014
Berlín, el 10 de marzo del 2017

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